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Mostrando entradas de noviembre, 2008

La que un día conocí

No lo digo porque se haya extinto el esplendor de tu figura, y no estimo que no exista el brillo que mira desde tu altura, yo no creo que mirarte en pleno no sea digno de locura, ni que el cielo ya no sienta celos de quien peca en tu cintura; No lo pienso porque se ha hecho inmenso el manantial de tus amores, mas no miento si digo que siento que perdiste los colores, no es que falte la ansiedad de sangre que deviene en tentaciones, pero ella, la que traes a cuestas, esa mujer ya no eres tú: Es la actitud, es el tabaco, la sonrisa de escenario, cuero, celular, horarios, y los tacones de tus pies; es cálculo documentado, cada hora, cada paso, economía de fin de año sin suelos, cielos, ni porqués; la cruel elegancia mató a la inocencia, costosas fragancias encubren tu esencia, hay brillo, figura, pasión y locura, pero ya no eres tú la que un día conocí. Me pregunto dónde hab

CUATRO ASES

El problema que presenta la física cuántica suele ser el mismo que el de la religión: ambas se dedican a mostrar verdades que aparecen, a primera vista, como la forzada narración de un sueño antes que como el resultado serio de un riguroso proceso de investigación; verdades que muchas veces no encajan más que en el campo de la mitología, la creencia, el dogma o, para hablar en intelectual, el simple razonamiento teórico-filosófico sobre la composición básica del Universo (a esto último se lo conoce como teología). Decir, por ejemplo, que la composición de un átomo, siendo la base de todo lo material, no está dada por "cosas" que lo integren como partes funcionales de un complejo, aunque minúsculo sistema de "algo", sino que se trata más bien de un diminuto e indeterminado conjunto de "vibraciones" que a veces funcionan como partículas y otras veces como simples ondas, resulta tan inverosímil como la historia de un grupo de esclavos judíos atraves