Quiero que hablemos todos los días mirándonos de frente. En la madrugada decirte buenos días, y escuchar caer el agua mientras te duchas antes de empezar la jornada. Quiero que entres a mi mundo y te quedes a formar parte, y yo quiero entrar en el tuyo y hacerlo también mío. Quiero que conozcas a mi gente y que los adoptes en tu familia, y conocer a los tuyos y que me sientan cotidiano. Quiero cuidar de ti. Quiero sentir tu piel abrigándome el pecho durante el invierno. Quiero que tus ojos iluminen mis noches. Quiero que mis brazos rodeen tu cintura, y contener tu alma con mis manos en tu espalda. Quiero que me hables mientras tomo café, y me vuelvas a explicar por qué lo evitas para cuidar tus dientes de la cafeína. Quiero conocer a tus hijos y enseñarles a tocar guitarra. Y ser su amigo. Quiero que conozcas a mi hermano y a mi madre, y que los encantes con el humor negro que me atrajo desde el principio. Quiero que me cortes el cabello. Quiero cantar para ti todas mis canciones nue...
Cuando todo esto termine, te preguntarás: ¿cómo habría sido si el viento no soplara sobre las velas de tu barca ausente?. ¿Cómo -si el sol tostara en las mañanas tu mejilla derramada entre mis dedos, y tus labios y tu lengua remojaran, con el café y el pan, mis buenos días al desayuno? Te preguntará tu piel por la piel que ha sido tuya y que no estará ya para enderezar sus grietas, ni estos dedos para enjugar tus ojos. Te preguntarás frente al espejo por la ausencia que te abraza, y llorarás mientras escuchas el eco lejano de un canto de despedida. Y será tarde, muy tarde, porque el sol se apaga, y la mar se seca y tu barca ausente se pierde en la orilla ocre del ocaso. Y ya no habrá pan, café, lengua y labios. Ni piel, ni mano, ni mejilla, ni huesos, ni polvo. Cuando todo esto termine, solo quedará mi canto.