Cuando todo esto termine, te preguntarás: ¿cómo habría sido si el viento no soplara sobre las velas de tu barca ausente?. ¿Cómo -si el sol tostara en las mañanas tu mejilla derramada entre mis dedos, y tus labios y tu lengua remojaran, entre el café y el pan, mis buenos días al desayuno? Te preguntará tu piel por la piel que ha sido tuya y que no estará ya para enderezar sus grietas, ni estos dedos para enjugar tus ojos. Te preguntarás frente al espejo por la ausencia que te abraza, y llorarás mientras escuchas el eco lejano de un canto de despedida. Y será tarde, muy tarde, porque el sol se apaga, y la mar se seca y tu barca ausente se pierde en la orilla ocre del ocaso. Y ya no habrá pan, café, lengua y labios. Ni piel agrietada, ni mano, ni mejilla, ni huesos, ni polvo. Cuando todo esto termine, solo quedará mi canto.
El velo, los anillos, el vestido, Los votos, los deseos, los juramentos, rezar para entregar los sentimientos, alianzas que no sean humo vendido. La cruz, la bendición, la firma, el rito, del penúltimo de los sacramentos, Bailar, fotografiar cada momento, Beber, reír, llorar, marcar un hito. Seguir en la riqueza y la pobreza, jurar amor eterno con certeza; que el Dios de las tormentas los ampare Ir dibujando juntos cada trazo, Ser cada quien, del todo, un pedazo Y amar, aunque la muerte los separe.