Aún dormía la resaca del fin de semana cuando me despertó el celular con una rara pregunta de buenos días: “¿sí le oyes a tu presidente?”. Desde el otro lado del sueño me costó varios segundos descifrarla, y tardé menos en olvidar responder por considerarla poco apropiada para comenzar a padecer la amargura del último sábado de febrero.
Fue al mediodía cuando supe que el presidente había dispuesto al Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual que lidere la regularización de comerciantes piratas de Cds y Dvds. Lo hizo durante su enlace de los sábados, y entregó su grito dentro del sobre de las órdenes directas remitido al costeño de apariencia próspera y bonachona que escondía su sonrisa nerviosa bajo un sombrero montecristi al otro lado del recinto. El destinatario era el presidente del IEPI, Andrés Ycaza.
Conocí a Andrés hace más de un año durante la primera reunión que sostuvimos en el Ministerio de Cultura para hablar de piratería; y desde entonces buscamos el remedio integral. En el camino hemos recorrido las esquinas mal iluminadas de una ley que nos impusieron en el año 98, y hemos desafiado la lógica del comercio internacional intentando soluciones a la medida de un país en donde la informalidad tiene motivaciones que son culturales y económicas antes que delictivas.
Desde el primer día Andrés apuesta por Licencias Obligatorias en Derecho de Autor –como las que aplican en fármacos- para legalizar contenidos internacionales; mientras que yo sigo defendiendo un sistema de licencias voluntarias basado en subsidios al Derecho de Autor, para el caso de las producciones nacionales; ideas complementarias cuya adecuada aplicación podría resultar en una solución histórica. Pero ambos sabemos que torcerle el cuello al sistema vigente de Propiedad Intelectual no será funcional mientras en el país no se atienda al desarrollo de las Industrias Culturales (IC), no solo desde los sectores de Cultura y Talento Humano, sino también, y sobre todo, desde los sectores de la economía y la producción.
Las IC (audiovisual, discográfica y editorial) producen y reproducen contenidos simbólicos y construyen identidades y estilos de vida; pero además constituyen un importante rubro para las economías nacionales. En Estados Unidos lo entendieron temprano, y hoy en día su sector cultural es el primer exportador y el segundo generador de empleo, con un nivel de aportación a su Producto Interno Bruto mayor al 11%.
En América Latina las IC promedian un 7% del PIB; y nuestro vecino Colombia exporta más libros, cine, televisión y discos que café; lo cual es comprensible si se piensa que los Cds y Dvds originales del Ecuador se fabrican allá para luego ser importados por los mismos productores en un viaje circular que encarece el precio e incentiva la piratería.
Es bueno que el presidente se entere de los esfuerzos en propiedad intelectual que se realizan hace tiempo; pero sería mejor que alguien le hable de las IC en lengua de economista. Así quizá desaparezcan quienes en voz alta y a su conveniencia, interpretan la disposición presidencial como una patente de corso para el florecimiento alegre de su “servicio de copiado”. Así quizá guardaremos en la memoria un mejor recuerdo de aquella resaca, mientras esperamos con paciencia que los mayas no tuvieran la razón, y no haya sido aquel el último sábado del último febrero de este mundo de locos.
Publicado en el periódico El Quiteño Nº79, Marzo 9 de 2012
Publicado en el periódico El Quiteño Nº79, Marzo 9 de 2012
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