L. y M. Javier López Narváez
Cruzas la puerta, entras sin detenerte;
él llega cinco minutos después,
escogen mesa lejos de la gente,
y tú de espaldas no me puedes ver.
Tiemblan mis piernas tan solo al mirarte,
y en el suelo ha terminado el café;
y tú, sonriéndole a tu acompañante,
crees que te observan, sin saber por qué...
No se ha extinto la luz que encendieras un día;
y en mis ojos aún te ves brillar tú, mi cruel agonía.
Si lo nuestro acabó y al final eso quiso la suerte,
/ que me odies a muerte,
/ yo ya no quiero estar
teniendo que volver a verte.
Un accidente y miras a mi mesa;
tengo que esconderme tras el menú.
Ya me he tomado más de diez cervezas
mientras espero que te vayas tú.
Tiemblan mis labios al verte tan lejos,
como si nada fuera realidad;
tu imagen repetida en tres espejos
me recrimina que no se olvidar
No se ha extinto la luz que encendieras un día;
y en mis ojos aún te ves brillar tú, mi cruel agonía.
Si lo nuestro acabó y al final eso quiso la suerte,
/ que me odies a muerte,
/ yo ya no quiero estar
teniendo que volver a verte.
Comentarios