Por Javier López Narváez
Para empezar, el artículo 103 manda que las
emisoras de radio que emitan programas musicales deberán rotar el 50% de “la
música producida, compuesta o ejecutada en Ecuador”. Este único mandato implica
un giro de 180° en la lógica de radiodifusión, en las prácticas clientelares de medios y promotores, y en la lógica misma de producción musical.
Como ya se había señalado en otro lugar de este blog, en Ecuador
no existen empresas de producción musical, por lo que los músicos buscan
maneras propias de financiar sus discos, sin que pasen por un filtro de
estudios de mercado y de tendencias, de modo que las producciones no se
trabajan en función de la demanda. La realidad
previa a la vigencia de la nueva ley, es que las radios, al ser la plataforma
que aún domina en el consumo de música por encima de la web, son quienes de
alguna manera condicionan sobre la música que se produce en Ecuador, y que por
lo general está basada en modelos extranjeros poco acordes con nuestra realidad
socio-cultural.
Esta lógica de producción, a la larga no genera réditos de ningún
tipo, ya que hasta 2012, solo el 9% de la rotación total en radios era de
producción ecuatoriana, mientras que el 54% de la programación estaba dominada
por 4 países: Colombia, México, Estados Unidos y Puerto Rico (pese a que una
encuesta de consumo musical aplicada por la Dirección de Emprendimientos e
Industria Fonográfica del Ministerio de Cultura y Patrimonio, indica que el 58%
de la población está dispuesta a consumir música ecuatoriana). Esto se traduce
económicamente a que solo el 27,63% de las recaudaciones por Derechos de Autor
se quede en el país, mientras que el 72,28% restante se distribuye entre los
titulares de las obras más usadas por las radios, es decir, entre las empresas
transnacionales de la cultura y el entretenimiento. Entonces, la importancia de
este equilibrio planteado en la ley, no radica tan solo en los contenidos de lo
que se difunde en medios; en realidad se trata de un ajuste en la balanza comercial,
ya que solo por concepto de derechos de autor han fugado del país cerca de 2,5 millones de
dólares entre 2009 y 2012. Esto, tomando en cuenta que la recaudación en radios
representa el 29% de la recaudación total, y que solo el 12% de radios
ecuatorianas cumple con el pago de regalías por derecho de autor.
En un
escenario ideal de 1x1, con un 100% de radios pagando derechos de autor, las
recaudaciones aumentarían en un 5.416%, lo que representa alrededor de 5
millones de dólares anuales (sin contar con los otros rubros de recaudación, tales como espectáculos públicos o el de derechos fonomecánicos, rubro que por sí solo podría generar casi 10 millones adicionales con la sola formalización del sector de distribuidores informales de CDs y DVDs). Esto permitiría que la composición letrística y
musical se convierta en un oficio rentable del que se beneficiarán los más
de 1.500 autores y compositores ecuatorianos registrados en la sociedad del
ramo, y el país podría soñar con el desarrollo de una verdadera industria
musical, pues esta actividad por fin contaría con capital que permita que
cada vez aumente el tamaño de inversión y por ende la calidad del producto, a
través de lógica de circulación D-M-D (dinero, mercancía, dinero).
Esto sería apenas la consecuencia de un
artículo. A ello debería agregarse las regulaciones contenidas en los artículos
97 y 98 que entre otras cosas, obligan a los canales de televisión a usar un
60% de contenidos nacionales, y prohíben la importación de piezas
publicitarias, lo que necesariamente aumentará y diversificará los usos de
música ecuatoriana para “film scoring”, jingles comerciales, bandas
sonoras, y videoclips, entre otros; y la redistribución de frecuencias contenida en el art.
106, que obliga a que un 34% de ellas se destine a radios comunitarias,
oportunidad que puede ser aprovechada por las comunidades y colectivos de
música que nunca han tenido espacios en medios privados, tales como los
rockeros, hiphoperos, y todo el universo indie.
La aprobación de la ley de comunicación es una excelente
noticia para la actividad musical ecuatoriana, y un primer gran paso para la
construcción de una industria con importantes implicaciones culturales y
económicas para el país.
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