Este texto corresponde al prólogo al disco Desamor en 7 pecados
Todo empieza con la melancolía, y de alguna extraña manera todo termina con ella. Como una descripción obsesiva de lo imposible, de lo que nos promueve y nos incita, pero que no está a nuestro alcance más que en el recuerdo; en las horas de contemplación de nuestras viejas páginas de memoria.
Una consecuencia del enamoramiento es la salvaje estupidez, el capricho por aprenderlo todo del otro, conservar con celo inconsecuente y necio los vestigios de su vida y de todo lo que supone su presencia. El amor no puede llamarse tal si no es perturbado, transformado y destruido.
Experimentos cotidianos del desamor, de eso se trata este disco; descripciones mínimas y elocuentes del acostumbrarse entre los objetos que componen nuestra vida, a la frustración del amor vencido, a la pérdida de la persona amada. Una cartografía de la desventura que de alguna forma promueve la idea de que todo lo que sentimos es perversamente frágil.
Pero que sin embargo, la fiesta continua; que la pena se disimula o disminuye (eso da lo mismo) bajo el ritmo caribe o con la pasión febril de la fusión. Que el humor banaliza lo perverso de sentirse miserable y abatido, que la propia derrota es menos destructiva bajo la mirada simple de la burla.
A través de las canciones que componen Desamor en 7 pecados que no son más que pequeñas frases de una sola historia, podemos entender que no somos nosotros los que estamos jodidos, que es el mundo el que está dominado por la entropía, que las relaciones se terminan, se estropean o se desvanecen con desagradable vértigo; que aunque el mundo está atascado de personas hasta el límite de lo terrible y de lo ridículo, la soledad es más gruesa, más descarada y cada día más recurrente.
Hay cierta belleza en lo funesto, hay cierta placidez en pensar que estamos jodidos, que todo placer es fantasía, y que cada relación está destinada a ser un bonito recuerdo y un fracaso contundente.
Desamor en 7 pecados, que bien puede ser interpretado como una breve educación sentimental, no es un quejido pálido o un aullido lastimero, es una celebración de la inconsecuencia, del desamor, un festejo con ritmos del caribe, del pop fino y del jazz fusión, a la desolación provocada por el abandono.
Para que sino la música, para que sino el sentimiento, el nervio o el dolor.
Todo empieza con la melancolía, y de alguna extraña manera todo termina con ella. Como una descripción obsesiva de lo imposible, de lo que nos promueve y nos incita, pero que no está a nuestro alcance más que en el recuerdo; en las horas de contemplación de nuestras viejas páginas de memoria.
Una consecuencia del enamoramiento es la salvaje estupidez, el capricho por aprenderlo todo del otro, conservar con celo inconsecuente y necio los vestigios de su vida y de todo lo que supone su presencia. El amor no puede llamarse tal si no es perturbado, transformado y destruido.
Experimentos cotidianos del desamor, de eso se trata este disco; descripciones mínimas y elocuentes del acostumbrarse entre los objetos que componen nuestra vida, a la frustración del amor vencido, a la pérdida de la persona amada. Una cartografía de la desventura que de alguna forma promueve la idea de que todo lo que sentimos es perversamente frágil.
Pero que sin embargo, la fiesta continua; que la pena se disimula o disminuye (eso da lo mismo) bajo el ritmo caribe o con la pasión febril de la fusión. Que el humor banaliza lo perverso de sentirse miserable y abatido, que la propia derrota es menos destructiva bajo la mirada simple de la burla.
A través de las canciones que componen Desamor en 7 pecados que no son más que pequeñas frases de una sola historia, podemos entender que no somos nosotros los que estamos jodidos, que es el mundo el que está dominado por la entropía, que las relaciones se terminan, se estropean o se desvanecen con desagradable vértigo; que aunque el mundo está atascado de personas hasta el límite de lo terrible y de lo ridículo, la soledad es más gruesa, más descarada y cada día más recurrente.
Hay cierta belleza en lo funesto, hay cierta placidez en pensar que estamos jodidos, que todo placer es fantasía, y que cada relación está destinada a ser un bonito recuerdo y un fracaso contundente.
Desamor en 7 pecados, que bien puede ser interpretado como una breve educación sentimental, no es un quejido pálido o un aullido lastimero, es una celebración de la inconsecuencia, del desamor, un festejo con ritmos del caribe, del pop fino y del jazz fusión, a la desolación provocada por el abandono.
Para que sino la música, para que sino el sentimiento, el nervio o el dolor.
Alexis Zaldumbide ManosalvasEscritor ecuatoriano radicado en México DF
Comentarios
salud mi amigo querido, hoy en tu cumpleaños lo disfruto con un bello texto tuyo!!!!!
un fuerte abrazo,
ma. gabriela